Dadas las indicaciones de las
autoridades competentes y para preservar la salud de todos de la transmisión
del COVID-19, cerramos la consulta presencial en Calle Colón de Larreátegui, 26
desde el día 16/03/2020 hasta el día 30/03/2020. Ofrecemos celebrar las citas por
medios telemáticos (Skype, Zoom o por teléfono) a aquellos de vosotros/as que
así lo deseéis, o bien posponerlas para más adelante.
Hablaremos personalmente con cada
uno para concretar cada situación particular.
Os animamos, en la medida de vuestras posibilidades, a que os quedéis en casa para contribuir a la no difusión de este virus. Estos días pueden ser una oportunidad para pasar más tiempo de calidad con los más pequeños de la casa de una manera constructiva. Para todos puede ser un buen momento para darnos cuenta que superaremos estas incomodidades con solidaridad, paciencia y sobre todo buen humor: ¡Quitémosle la corona al virus!.
Os adjuntamos unas
recomendaciones para los más txikis de la casa.
Recibid un cordial saludo /
Besarkada bat distantzian
Mientras escribo estas líneas una música de piano suena, es una de tantas de Chopin, un piano realmente relajante. Las frenéticas noticias sobre el coronavirus nos taladran y nos recuerdan cada media hora que existe una amenaza cada vez más cercana y real. Las notas no dejan de sonar, con su cadencia, con su melodía, parecen estar hechas para estar juntas, tal y como suenan. Existen medidas de protección, lavarse las manos, evitar las aglomeraciones de gente, cuidado con la población más vulnerable: los ancianos. Las notas siguen resbalando por mi cerebro, me inundan y adormecen. La alarma persiste. La música también.
Los humanos estamos hechos para la acción, respondemos ante lo que nos ocurre con atención. Ahora hay una alarma, una demanda grande, exigente, urgente ante la que debemos responder. ¿Nos paramos?, ¿la minimizamos?, ¿nos encerramos en un búnker?… Sopesamos las opciones, nos alarmamos antes justo de empezar a tomar decisiones.
Ahora es el Hallelujah de Leonard Cohen, que de la mano de un Chelo extremadamente cariñoso entra en mí. Un piano de fondo habla con él. Yo escucho. El diálogo simplemente es prefecto.
Tras la alarma viene la fase de comprobación que seguimos aquí, que existe el peligro, pero que aún seguimos vivos para comprobar que debemos hacer algo, en la medida que podamos, sepamos,… pero algo. Acción.
La melodía no es muy larga, se me hace corta. El final es vibrante, el diálogo entre el chelo y el piano, dos compañeros de sensaciones emocionales inexplicables, deja de producirse. Me quedo con las ganas de más.
Pero al comprobar que la situación va siendo conocida, que existe un riesgo al que nos estamos acostumbrando, tomamos algunos nuevos hábitos y la mayoría, los viejos hábitos, siguen igual. Pero seguimos ahí, con una nueva rutina de compañera de viaje. Es ahora cuando encontramos nuevos enfoques, la creatividad sale a la luz y nos sorprendemos con circunstancias deseables inesperadas, que valoramos y que guardamos en una cajita de plata.
No time to die, Charles Bolt. Los agudos del piano se alternan con los graves de fondo. El compás es algo triste, quizás melancólico, pero no acaba de morir del todo. No, aún no es tiempo de morir. Aún quedan muchas cosas por hacer. Estamos aquí y estaremos aquí. Creatividad, adaptación, enfoque, disciplina, quedarse con lo bueno, no querer cambiar lo que no se pueda cambiar. Aprender. Aceptar. Reír. Crecer.
Parece que la luz al final de túnel asoma. Empieza a ser un recuerdo aquella alarma de aquél día, de aquellos meses, semanas y año 2020. Sí, yo estuve allí. Y aquí estoy. Aquí estamos. Seguiremos. Es verdad, no todos. La emergencia se ha llevado por delante a personas que ya no nos acompañan, que han quedado en el camino. No ha sido la emergencia, ha sido la vida, que es terca en enseñarnos que no somos inmortales, ni por éste ni por otras contingencias: somos mortales. Carretera, corazón y cáncer. Suicidios. Accidentes. Enfermedades. La vida. La muerte.
Chopin vuelve a sonar con su concierto número 2, opus 21. Alguien compuso esto. Alguien lo ha tocado con cariño. Ahora yo lo escucho. Esto cuenta: lo que hacemos, en lo que utilizamos el tiempo de la vida que nos encontramos viviendo, que tenemos.
Viktor Frankl nos lo dijo al salir de aquel campo de exterminio. Nuestra voluntad de sentido es la clave para sentir esa música, para reaccionar con pánico primero y con medida después, para acostumbrarnos a nuevos hábitos, para descubrir nuevas formas, maneras de estar en el mundo con los que nos rodean. Pensar en los más débiles, y ser un grupo solidario, con prioridades, es la clave. Para al final, poder despedirnos con dignidad, con la cabeza bien alta diciendo: yo estuve allí y viví así.
¡Qué disgusto! Sea
esperada o inesperada, la reacción instantánea en forma de tristeza, sorpresa,
desasosiego o incredulidad aparece en nuestros corazones al escuchar la noticia
de la muerte de una persona a la que de una manera u otra conocíamos.
Cuando alguien fallece no nos
queda más remedio que estar ahí, en el tema, en el doloroso asunto. Es un
momento en el que parece que no hay escapatoria.
En el resto de los momentos, de los
días, vivimos de espaldas a la muerte, hacemos como si no existiera. La
ignoramos y en la mejor de las ocasiones sentimos cierta la inmortalidad de
nuestros semejantes y de nosotros mismos. Sólo una “tragedia” nos vuelve a
retrotraer a ese escenario tan incómodo de la presencia, a unos metros o unos centímetros
del ser querido fallecido.
¿Qué nos lleva a comportarnos
así? ¿Por qué reaccionamos de esa manera, negando la realidad, revolviéndonos
en nuestros asientos y luchando contra el dolor?
El comportamiento de las personas
sigue unas directrices, unas reglas o al menos existe cierta manera de
entenderlo, de explicarlo. Desde las premisas de la psicología basada en la evidencia,
podemos entender, como referencia nuclear, que nuestro comportamiento, nuestros
sentimientos persiguen un “para qué”, una próxima viñeta del cómic de nuestra
propia historia que nos venga bien, que sea deseable para nosotros. Ésa es la
clave: que nos venga bien. Es decir, que de alguna manera podríamos aplicar la
máxima: “haces las cosas para algo” al hecho de que te sorprenda tanto la
muerte, vivas de espaldas a ella o no quieras asumir que el ser querido ya no
aparecerá por esa puerta ni te llamará más. ¿Cómo lo entendemos entonces? De
esta manera: no queremos hablar de la muerte porque callar nos hace evitar el
dolor, no queremos reconocer que ha fallecido porque el dolor sería inmenso, no
hablamos de que me siento el siguiente en la lista porque sería poco menos que
matarme a mí mismo. Nos duele, por eso lo evitamos. Mientras tanto… mientras
tanto… no duele.
Pretendo ofrecer una manera, que
no deja de ser hipotética, de las razones que nos llevan a esta actitud ante la
muerte. Dicho de otra manera, mi intención con este artículo es proponer explicaciones
que faciliten que nos entendamos mejor a nosotros mismos para después tomar
decisiones.
Nuestra libertad lo es porque
podemos tomar decisiones en relación y dentro del mundo en el que vivimos. Las
personas sufrimos, lloramos, nos desgarramos por dentro; pero eso no quita que
en un momento dado podamos colocarnos en una distancia significativa con
respecto a nosotros mismos y parar, reflexionar, decidir y ejecutar dichas
decisiones. Otro asunto es el éxito o fracaso de dichas decisiones. Para bien y
para mal nuestro “metapensamiento” (saber que pensamos) facilita que seamos
capaces de tener conciencia de nuestra propia conciencia. Pensar que pensamos
nos ofrece una distancia ideal para que, una vez creadas las circunstancias
externas, ambientales mínimas y una vez respetado nuestros propios ritmos y
tempos, poder decidir el enfoque que queremos darle a nuestros actos.
Citando a Viktor Frankl,
podríamos decir que las personas podemos (aunque no siempre sabemos cómo) darle
voluntariamente un sentido a lo que vivimos, a nuestro entorno y a nuestras
emociones; y en base a ese sentido dado, que no tiene por qué ser logrado,
sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Por tanto, si somos capaces de colocarnos
a una distancia tal que seamos capaces de ver la muerte, la pérdida del ser
querido con suficiente metaanálisis o distancia para poder recolocarlo en el
sentido que queremos darle a nuestra vida; habremos llevado a cabo nuestra peculiaridad
como seres humanos.
Dejarnos, permitirnos experimentar las emociones ligadas a la muerte no es perjudicial; sino que es muy molesto. Evitar el dolor por la muerte no es dañino, es sufriente si se me permite el calificativo. Luchar contra las emociones no es recomendable porque su propia naturaleza las hace autónomas a nuestras decisiones instantáneas; por mucho que en ocasiones vivamos en esa ilusión. Si me siento triste, estoy triste. Si me siento rabioso, estoy rabioso. Si no me lo creo, no me lo creo. Sin más. Ésta es una de las premisas básicas para no hacernos daño a nosotros mismos, para no tener el enemigo en casa.
¿Y qué hacemos luego?: ya nos hemos
colocado a cierta distancia, intentamos otorgarle algún significado, nos permitimos
nuestro ritmo, dejamos que las emociones estén ahí, … ¿y ahora qué?
Ahora nada.
Ahora sé compasivo contigo, con
tus incapacidades y tus capacidades; que tienes de las dos. Ahora obsérvate,
acompáñate y permítete estar así, estar ahí, como estés.
El tiempo, mejor dicho, lo que hagamos en el tiempo que tenemos tras el fallecimiento de la persona querida irá “mojándonos” en el sentido de repercutirnos consecuencias más deseables o menos. Si evitamos hablar de la persona fallecida, si miramos para otro lado, si le entronizamos y realizamos explicaciones fuera de nuestro alcance, míticas o estratosféricas, o le exaltamos idealmente… probablemente los sentimientos incómodos ahora y en el futuro queden comprometidos. Si hablamos de manera natural, hasta donde sabemos, con incertidumbre, con luces y sombras, si nos quedamos con lo aprendido, si sumamos, si relativizamos, si nos lanzamos a sentirnos vulnerables y nos dejamos como estamos… probablemente iremos superando poco a poco ese dolor punzante del primer día.
¿En cuántas ocasiones te has dicho a ti mismo… mejor dentro de un rato…? Aquel entrañable personaje de Mafalda, Felipe el soñador, puede representar esa lucha interna entre lo que deseamos y lo que hacemos.
Por eso, en ocasiones el citado acrónimo significa: Posición de Espera Recurrente que Ejerce Zozobra en mi Ánimo. ¿Podemos darle un nuevo significado?. Sí. Escúchalo en Onda Vasca, con Julen Arriandiaga y Ana Larrea en el siguiente enlace.
Algunas veces juzgamos algunas cosas como más frecuentes o importantes que otras sin que haya, aparentemente, datos que lo corroboren. Esto es lo denominado «sesgo de disponibilidad». En este espacio te lo explicamos, cómo no, en Onda Vasca, con Julen Ariandiaga.
Esta vez nos centramos en el humor que rodea a la figura del profesional de la psicología, en los chistes que tienen que ver con este mundillo. Reírse de uno mismo es un ejercicio muy sano, como podéis escuchar en el siguiente audio en Onda Vasca. (30/11/2019)
Muchas veces simplificamos nuestras percepciones, nuestros juicios, diciendo cosas como ésta. Por economía psicológica, no pensamos más allá y ponemos etiquetas rápidamente para llegar a conclusiones claras, sin más complicaciones. Pero la vida no es ni blanca ni negra, tiene infinidad de tonalidades grises.
Escucha la colaboración en Onda Vasca de Luis de la Herrán aquí:
El 23 de octubre de 2019 tuve el placer de charlar con Julen Ariandiaga, en Onda Vasca, sobre esta cuestión tan presente en nuestras vidas hoy en día. En 2009 la implantación de móvil entre las personas de entre 16 y 65 años era del 55% en España. En 2019 es del 85% (Fuente: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2019-08-20/whatsapp-android-menores-16-anos_2185043/)
Tienen mala fama, sólo su nombre a algunas personas les provoca una arcada cuando no un bostezo. ¿Qué tienen los lunes que en ocasiones no podemos con ellos? En Maneras de vivir, Onda Vasca te hemos respondido a estas y otras preguntas. ¿Quieres escucharlo?
Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio. No consentir o retirar el consentimiento, puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
Funcional
Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos. El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu Proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.