Al encender la tele nos encontramos con una tendencia cada vez más pronunciada a revelar lo más íntimo del ser humano. Ahora, ya no bastan las telenovelas, series, documentales, se busca dar a conocer y exponer lo más ínfimo del ser humano: el sufrimiento, la tristeza, el llanto, el dolor, el enfado, las locuras, los resentimientos… Muchos somos los que nos preguntamos el porqué de esa necesidad, esa necesidad de ver como otras personas exponen su intimidad por dinero.
Los reality shows muestran relaciones, sentimientos, comportamientos…causando un efecto espejo al identificarnos con ciertas reacciones, emociones o conductas de los protagonistas. Esto provoca conexión entre los telespectadores y el show, ya que todos “podríamos estar ahí” y nos hace conjeturar en cómo habríamos actuado en tal o cual situación. Otra de las causas es, consumir este tipo de programas cuando se carece de otras opciones más interesantes.
Existe también la necesidad humana de conectarse, de formar parte de la palabrería, de formar parte de un grupo, se produce el fenómeno de la inclusión. La audiencia, exige intuitivamente una programación con unos valores que se ajusten a ellos, modulados a su vez por lo que vemos. Además, una explicación psicológica es que estos programas apuntan a las satisfacciones más primitivas del ser humano, como el voyerismo.
Sabiendo cuales pueden ser los motivos de porque vemos estos programas, nos queda pendiente conocer cuál es el impacto que producen los reality shows.