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¿Por qué le pasa esto?

ancianoBuscar la causa puede llevarnos a entender el problema; pero también puede enfrascarnos en una explicación que no tenga salida para el futuro.

Por ejemplo, si intuimos que a raíz del fallecimiento de una abuela, nuestro hijo está más contestón, irascible,… nos quedaremos con una explicación que «puede ser verdad» pero que no nos ayuda a saber qué hacer a partir de ahora. No podemos hacer que la abuela vuelva.

Buscar los «paraqués» suele ser más útil porque nos da pistas sobre qué hacer ahora.

Siguiendo el ejemplo anterior, si sabemos que nuestro hijo está más protestón para sentir la atención que nota ha perdido tras la ausencia de su abuela; podemos darle dicha atención de manera adecuada…

El enfoque de los problemas, derivan en movimientos o en parálisis de los educadores que pretendemos mejorar el bienestar de los más pequeños de la casa.

La vuelta a la rutina… ¿es mala?

Y tras las vacaciones… volvemos a nuestra «vida real»… Más de uno tendremos este tipo de pensamientos en la cabeza. ¿Pero, y las emociones? ¿Es posible volver a la rutina sin sentir cierto abatimiento, pereza o desgana?

Los psicólogos enseñamos a las personas a entender nuestras emociones y saber de dónde nos vienen; por qué nos sentimos desganados tras la vuelta a nuestros quehaceres habituales. La clave está en dos aspectos fundamentales: nuestro lenguaje interno y nuestros actos.

Nuestro «automatismo» puede hacer que nos digamos frases como: «otra vez con los horarios, a despertarnos pronto, a hacer estas tareas, a pelearnos con estas personas, a andar con prisas…»; pero nosotros somos capaces de añadir nuevos; de transformarlos hacia: «tengo energías para sobrellevar la presión, puedo con ello, en otras ocasiones lo he conseguido, puedo hacerlo incluso mejor,…»

La segunda cuestión a tener en cuenta son nuestros actos: lo que hacemos. Si en el café del medio día (el que lo pueda tomar…) hablamos de lo mal que sienta volver al trabajo; de lo pesada que está la jefa, de que a este cliente no hay «langostino ni turrón» que le haga cambiar de actitud… probablemente el sentimiento de desazón nos vaya, poco a poco, inundando el corazón.

Si nuestros actos son: «aprovecharé esta rato libre para cambiar este regalo de navidad repetido por uno nuevo… ¿qué podrá ser?», «durante las vacaciones se me han ocurrido unas ideas nuevas para nuestro trabajo, te cuento…», «camino por la calle fijándome en las personas que parecen disfrutar de la vida…», «disfruto del aquí y del ahora»,… es posible que el desasosiego vaya disminuyendo.

Podemos ser más felices si ponemos de nuestra parte: identificamos nuestros automatismos y nos proponemos acciones e ideas diferentes.

La Afectividad y la Sexualidad en la infancia

A los padres y madres puede que nos asuste este tema; pero está ahí. ¿Cómo lo abordamos?,¿cómo respondemos a nuestros hijos e hijas cuando nos preguntan cosas como: «¿A mi cuándo me va a salir barba?, ¿por qué vosotros dormís juntos?, ¿qué es hacer el amor, yo quiero hacerlo…?, ¿por qué tienes un pañal pequeñito manchado de sangre?…

Esas y otras muchas preguntas pueden incomodarnos y puede que nos dé la sensación de no estar preparados para ellas.

Dos reomendaciones: responder lo más natural posible y apelar a la intimidad. Lo de natural es evidente: aprenden cómo les decimos las cosas mas que lo que les decimos… El concepto de intimidad es clave para que sepan circunscribir su sexualidad y su afectividad al contexto propio y adecuado que con nuestros valores como padres y madres les inculcamos.

«Síndrome de Alienación parental SAP», ¿es tan importante debatir sobre si existe o no?

«Mi hijo no quiere verme; mi ex me odia y está consiguiendo que él me odie también… Ya no quiere verme». Esta frase podemos ponerla en boca de muchos padres o madres que ven cómo el otro progenitor va haciendo un «lavado de cerebro» al hijo o hija: «Mamá buena; Papá malo»

Hay quienes creen ver un síndrome en esta situación. No es tan importante catalogarlo, clasificarlo y medirlo, como evaluar el daño emocional y proponer soluciones.

En ocasiones las profesiones sanitarias tienen sus defectos, y los psicólogos no nos libramos de algunos de ellos: clasificar y diagnosticar más que ayudar.

Centrémonos en el caso concreto, en las actitudes, los sentimientos, las conductas,… y propongamos caminos de comunicación efectiva; aparcando nuestras emociones «de adultos».

Tenemos un menor delante nuestro, que no es ni culpable ni responsable de nada. Tratemos los temas de adultos en foros de adultos; como si lo fuéramos…

Volver con salud. Saber escuchar a nuestras personas cercanas.

Fechas de retorno para muchos a sus trabajos, estudios y quehaceres cotidianos. ¿Cómo hacerlo con salud?, ¿cómo podemos retornar manteniendo a salvo nuestro bienestar emocional y el de los quien nos rodea?

Basta con empezar siendo conscientes de nuestras limitaciones, nuestros gustos, preferencias y, cómo no, obligaciones. Para lograrlo podemos paranos a reflexionar, anotar en un papel palabras que nos indiquen estos extremos y que nos dejemos interpelar por los que nos rodean y nos quieren. ¿Qué dicen ellos sobre nosotros?, ¿qué nos gusta hacer?, ¿cuándo nos saturamos en nuestros quehaceres?, ¿cómo savan de nosotros una sonrisa?

Éstas y otras preguntas podemos formularnos y dejar que nos formulen. La actitud positiva es fundamental; y el tiempo de respuesta también. No debemos contestar a estas cuestiones pronto, sino que es deseable dejar pasar unos días.

Como decían los famosos autores de la «ventana de Johari», el conocimiento sobre nosotros mismos puede aumentar por sus comentarios e interpelaciones.

Tenemos dos oidos para oir y una boca para hablar, ¿por qué?

«Mamá…, ¿me estoy portando bien?»

«…Parece mentira, hija, evidentemente no…» Algo similar pasa cada día en cada casa de un niño o niña de entre 3 y 7 años. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué ellos no?

Expresiones como: portarse bien, hacer lo que debes, ser responsable, hacer las cosas como te las pido, pensar en los demás, hacer lo lógico, entra en razón,… no son útiles a la hora de educar. No valen para nada.

A un pequeño «pensante» de esas edades le cuesta, por desarrollo madurativo, realizar abstracciones, generalidades y asumir conceptos no tangibles. Es posible que sea capaz de repetir (aprendizaje por modelado) expresiones que escucha a los adultos y nos dé la impresión de que sabe lo que dice. Pero no.

Desde el papel de padre y madre, abuelo o abuela, tío o tía; debemos concretar lo más posible nuestros límites e indicaciones. Por ejemplo: lávate la cara, espera a que tu hermana termine de hablar, ahora no toca jugar a eso, estás sentado correctamente y eso me gusta, has pedido el postre por favor,… Este tipo de abordaje más concreto ayuda, a estas edades a identificar los objetivos socialmente deseables para su entorno adulto.

No olvidemos que hacemos los hijos e hijas a nuestra imagen y semejanza; pero que ellos, de por sí, traen una carga genética propia y permeable a nuestra acción. La otra parte que desde los educadores podemos moldear; hagámoslo desde los cero años… de lo contrario a los catorce podrá ser el crujir y rechinar de dientes…

El adolescente aburrido

Uno de los indicadores característicos de la entrada en la adolescencia es el aburrimiento. Nuestros chicos y chicas que entran en los 10, 11 años… dejan de jugar a lo que siempre les ha gustado, y en ocasiones se sienten aburridos. Parece los juegos u ocupaciones de antes ya no les satisfacen y buscan algo más. Algo más que no debemos darselo los padres; sino que ellos deben ir encontrándolo poco a poco. En este camino entran en juego, con fuerza los amigos, el grupo de iguales.

Es entonces cuando van cobrando fuerza las relaciones sociales de igual a igual; los intereses compartidos, la confianza en el otro, las confidencias, los grupos cerrados pero variables en el tiempo, los deportes en común, los roles de cada uno,… es en esta edad cuando los padres debemos hacer un esfuerzo porque sean ellos y ellas mismas. Les debemos dejar que descubran su identidad, sus gustos y preferencias y desarrollen sus habilidades. Deberíamos estar a su lado, compartir esos nuevos intereses; permitirles ritmos diferentes, momentos para estar solos, permitirles el aburrimiento y no pretender eliminarles todo ese malestar que pueden manifiestan.

Están entrando en la edad adulta; y esto no ha hecho más que empezar…

La concepción de la amistad

Las relaciones humanas siempre son complejas, pero podemos entenderlas, en parte, si tomamos en cuenta el siguiente esquema.

De esta manera, manejamos cuatro variables: amor (afecto), respeto, confianza e intereses ; que pueden cambiar según cómo nos sintamos con cada persona que nos rodea. Le daremos un valor imaginario. Si cada variable la situamos en cada vértice de una pirámide de cuatro lados; tendremos una imagen única para la relación que establecemos con cada persona. Una posición alta en la pirámide nos indicará un elevado estatus en dicha variable; y una baja, que creemos que esa persona no cumple demasiado con ese valor en relación a nosotros.

Estas medidas de cada variable, pueden cambiar con el tiempo; por lo que personas que tradicionalmente han estado «abajo», pueden subir y viceversa.

Como dice Rafael Ferro, Psicólogo Clínco del Centro CEDI Psicología en Granada, autor de esta idea: » la piramide es algo dinamico y las personas suben o bajan con las acciones que hagan en funcion de esos valores que forman las aristas.  No siempre la pareja está en la cúspide. A veces, está tu mejor amigo con el que tienes más confianza que con tu pareja.»

La ira en los adolescentes. Lo que funciona y lo que no.

El enfado es un sentimiento adaptativo que nos sirve para enfrentarnos a las dificultades y defender nuestros derechos cuando sentimos que debemos hacerlo.

La ira es una expresión del enfado de manera desmedida y que probablemente facilita que los que nos observan, se enfrenten a nosotros y, por tanto, perdamos posibilidades de defender nuestros derechos y nuestros intereses.

Cuando los padres nos enfrentamos a nuestro hijo con un arrebato de ira, debemos tener en cuenta, de manera genérica, que existen actitudes y comportamientos que habitualmente NO funcionan:

  1. “Contar hasta diez”
  2. “Pídele perdón a tu hermano»
  3. Ironía y sarcasmo
  4. “Daos la mano”
  5. Querer GANAR a toda costa
  6. Apelar al PODER con VIOLENCIA
  7. CEDER para evitar males mayores
  8. Anticipar antes de que pase: profecía autocumplidora
  9. Dar muestras de debilidad
  10. “Piensa sobre lo que has hecho”, “haz la tesis de filosofía sobre lo sucedido, y me la cuentas…”.
  11. Buscar LA razón, LA verdad y DARLA
  12. Preguntar sobre HECHOS, DATOS, QUIÉN EMPEZÓ,…
  13. “Olvídalo, eso NO es importante…”
  14. Estar enfadados desde el minuto cero. “Sospecha que acertarás”
  15. Intentar ganar batallas perdidas
  16. Pedir más de lo que puede dar
  17. Entrar a demasiadas explicaciones y justificaciones
  18. “Yo a tu edad…”
  19. “A mí no me daban tanto como a ti…”
  20. “Pues tu hermano con tu edad…”
  21. “Mira tu prima Genoveva…”.

Por el contrario, SI suelen funcionar abordajes del estilo de:

  1. Frases directas
  2. Descripción periodística de lo que ves
  3. Expresión de nuestras emociones
  4. Marcharnos en caliente (huir = vencer); retomar en frío.
  5. Modelado: hacer lo que decimos; coherencia palabras / actos.
  6. Actividades distractivas potentes
  7. Hablar pasada la tormenta
  8. Mantener la autoridad: firmeza aunque no hagan caso
  9. Humor (condición: reírse los dos)
  10. Preguntar sobre sentimientos y opiniones: ¿Cómo te sientes?, ¿qué crees que es mejor ahora?, ¿cómo podemos arreglarlo?, ¿cuál es TU responsabilidad en esto?.
  11. Nuestro lenguaje interno: “lo puedo conseguir”, “es un buen chico/a”, “está pasando una mala época”, “necesita mi ayuda”, “tengo que marcarle límites para que se sienta seguro”, “es normal que se rebele”, “si le quiero y le digo que no, estoy haciendo lo correcto”.
  12. Respiración abdominal
  13. Relajación muscular profunda – Jacobson
  14. Relajación autógena
  15. Desactivación física
  16. Visualizaciones de escenarios positivos y deseables: regodearse en futuros esperanzadores, ¿y por qué no?
  17. Extinción de la función de la conducta: no entrarles “al trapo”, “dejar pasar la bola”, “no picar”,… si buscan el enfrentamiento.
  18. A mayor tranquilidad de padre y madre, menor índice de enfados en hijos/as
  19. Actividades de “respiro”
  20. Vuestro hijo/a no lo es TODO en vuestra vida
  21. Ser modelos de autocontrol
  22. Creer firmemente que el CAMBIO es posible; en ellos/as y en nosotros
  23. Compartir complicidades.
  24. “Soy tu padre/madre, soy mayor que tú y te quiero. Estás castigado/a sin salir mañana”
  25. “Te dejo que te enfades, quiero que te enfades, te quiero y estás castigado/a”
  26. “Yo nací antes que tú”
  27. “No soy tu colega, ni tu vieja/o, soy tu madre/padre y me llamarás Aita / Ama”
  28. “Si me equivoco, te pediré disculpas; no soy infalible”
  29. “Estás muy cabreado/a, ahora no podremos seguir hablando”.
  30. “Mi papel es ponerte límites y quererte. Esto no te lo dejo hacer porque te quiero”
  31. “Ahora no es un buen momento para hablar, mañana seguiremos con el tema”
  32. “Llevas 25 minutos gritando sin parar, me siento muy harta de esta situación”
  33. “No entro en la vida de tus amigos/as ni en lo que hacen o dicen sus padres. Yo pongo las normas en esta casa porque te quiero”

Poner límites y decir que no, es quererles.

Los dos abordajes educativos más imprescindibles para una sana educación emocional hacia nuestros hijos son dos: quererles y decirles que no. La primera actitud va casi implícita en nuestro papel de padres y madres, parece sencilla. La segunda es más complicada.

Negar algo, oponernos a sus deseos es «para Master». Los padres y madres frecuentemente pensamos que negar algo a un hijo favorece sentimientos de frustración, dolor, daño y desesperanza que… «pudiendo evitarse…», «…si total… no me cuesta nada…» «…por un día…»

Y no nos damos cuenta que los niños y niñas poseen una capacidad de tolerancia a la frustración superior de lo que imaginamos. Los profesores así lo pueden atestiguar. En más de 14 años de trabajo como psicólogo con familias, nunca me he encontrado un niño o niña con problemas emocionales derivados de un límite impuesto por sus padres; es más, cuando existen unos límites claros que son innegociables (no olvidemos que la familia es una institución no-democrática en la que se deja margen de acción, pero las decisiones importantes, las toman los padres), cuando existen esos límites,los hijos se sienten más seguros: tienen una referencia clara en la que apoyarse o contra la que luchar, pero es clara, es definida. Y eso ayuda mucho al desarrollo de la salud psicológica de los hijos.

Debemos también distinguir estrategia de emoción. Llorar para conseguir evitar el bocadillo de salchichón no es expresión de una tristeza y dolor intensos; sino una estrategia, una herramuenta, una «treta» (si queremos involuntaria y no premeditada; pero trate al fin y al cabo) para avanzar hacia un escenario inmediatemente mejor que el que dejan llorando.

Por eso , los padres y madres debemos tener bien claro que cuando le negamos algo a nuestros hijos; y ellos protestan; algo estamos haciendo correctamente.