Parafraseando a Berta González de Vega en su artículo aparecido en El Mundo (Sopla terral) Padres así, hijos sin pacto (31/8/16) que con gran acierto pone las tildes sobre los adjetivos que realmente nos importan a las personas de a pie… Puedo añadir otro punto de vista que entiendo es complementario al suyo.
Una reciente obra de teatro infantil me sugería al oído que si los niños mandaran, en lugar de los adultos, mejores gobiernos tendríamos… no sé yo. Nuestros hijos no están siendo educados -por todos nosotros- en la tolerancia a la frustración, en el acuerdo entre diferentes, en el «me quito un poco de mí para poner un poco de ti y así salimos creciendo los dos, diferentes, pero crecidos», etc.
Observo una creciente intolerancia a la frustración presente en nuestras vidas, y en la educación que estamos dando a nuestros hijos. Y me preocupa. No nos gusta esperar, No nos gusta aburrirnos. No nos gusta fastidiarnos. No queremos demorar el placer. Tiene que ser ahora.
Deberíamos hacer todos y todas un esfuerzo por eliminar la banalidad y la fantasía del aquí y al ahora del placer inmediato, e ir sustituyéndolo poco a poco por la capacidad de soportar el malestar. Esto último sí que nos hace más fuertes.
Hagamos planes para nuestros hijos, pero no nos obsesionemos, y toleremos que aquellos vayan cambiando; sí.
Y no olvidemos ese refrán mejicano: «¿quieres hacer reír a Dios?, cuéntale tus planes» Muchos de los asuntos que planificamos, que fabricamos para evitarnos el malestar, son desordenados por nosotros mismos, nuestros semejantes, el destino,… quién sabe. Así que a ello…