«…Parece mentira, hija, evidentemente no…» Algo similar pasa cada día en cada casa de un niño o niña de entre 3 y 7 años. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué ellos no?
Expresiones como: portarse bien, hacer lo que debes, ser responsable, hacer las cosas como te las pido, pensar en los demás, hacer lo lógico, entra en razón,… no son útiles a la hora de educar. No valen para nada.
A un pequeño «pensante» de esas edades le cuesta, por desarrollo madurativo, realizar abstracciones, generalidades y asumir conceptos no tangibles. Es posible que sea capaz de repetir (aprendizaje por modelado) expresiones que escucha a los adultos y nos dé la impresión de que sabe lo que dice. Pero no.
Desde el papel de padre y madre, abuelo o abuela, tío o tía; debemos concretar lo más posible nuestros límites e indicaciones. Por ejemplo: lávate la cara, espera a que tu hermana termine de hablar, ahora no toca jugar a eso, estás sentado correctamente y eso me gusta, has pedido el postre por favor,… Este tipo de abordaje más concreto ayuda, a estas edades a identificar los objetivos socialmente deseables para su entorno adulto.
No olvidemos que hacemos los hijos e hijas a nuestra imagen y semejanza; pero que ellos, de por sí, traen una carga genética propia y permeable a nuestra acción. La otra parte que desde los educadores podemos moldear; hagámoslo desde los cero años… de lo contrario a los catorce podrá ser el crujir y rechinar de dientes…

Uno de los indicadores característicos de la entrada en la adolescencia es el aburrimiento. Nuestros chicos y chicas que entran en los 10, 11 años… dejan de jugar a lo que siempre les ha gustado, y en ocasiones se sienten aburridos. Parece los juegos u ocupaciones de antes ya no les satisfacen y buscan algo más. Algo más que no debemos darselo los padres; sino que ellos deben ir encontrándolo poco a poco. En este camino entran en juego, con fuerza los amigos, el grupo de iguales.
Cuando sentimos que nos vamos a enfrentar a alguien… ¿miramos para otro lado (por la paz un avemaría) o destapamos la caja de Pandora? La propia naturaleza del conflicto, las personas y el momento, nos van a dar la pista.
El grado de apertura, de desnudez que enseñamos de nuestras emociones a otra persona es lo que llamamos «distancia emocional». En cada relación personal que establecemos existen muchos indicadores que desvelan la conveniencia social y personal de mantener una u otra apertura. Hemos de leer bien la relación, el contexto, las consecuencias, los intereses de ambas personas,… y luego, sólo luego, mostrar nuestra distancia; hasta donde queramos.
Las hay de dos tipos fundamentales, atendiendo a su mayor o menor respaldo científico. Los dos deben ser aplicados por psicólogos suficientemente hábiles en su aplicación concreta (los hay de muchos tipos y requieren habildades diferentes).
LA RESPUESTA EDUCATIVA AL ALUMNADO CON ALTAS CAPACIDADES EN LA ESCUELA INCLUSIVA
Ya sólo el nombre da miedo… y es que nos referimos a acontecimientos que «han producido» (y evocan en la actualidad) emociones intensamente desagradables, dificultades físicas y molestias que contaminan nuestra vida cotidiana.
«La realidad no existe. Existen percepciones de ella; imagenes y contructos que nos hacemos de nosotros mismos y de nuestro entorno.» Esta afirmación, que puede parecer muy tajante revela la importancia de la percepción la construcción de nuestra propia identidad. No es lo que hay, sino cómo lo veo. Y aquí hay capacidad de decidir.