Agresión sexual a niña de 10 años

Este sábado se ha producido una agresión sexual en Leioa (Bizkaia). Un varón de unos 45 años ha forzado, supuestamente, a una niña de diez años.

La situación nos parece dantesca, terrible, recriminable y a todas luces intolerable. La superioridad en la edad, la indefensión que puede sufrir la menor y los comportamientos de violación de la intimidad convierten a esta escena en inaceptable.

¿Cómo podemos evitar estas situaciones? ¿podemos proteger a nuestros hijos e hijas de este tipo de agresiones?

Realmente ejemplos como el que lamentablemente citamos, son difícilmente evitables de manera directa. Pero podemos ofrecer unas pistas sobre cómo actuar para que esto ocurra con menos frecuencia.

Desde el punto de vista institucional, las administraciones encargadas de evaluar, tratar y supervisar a individuos con trastornos mentales y del comportamiento que les llevan a agredir a otras personas, deberían reevaluar y recalibrar su metodología, sus procedimientos o sus baremos de reinserción y de probabilidad de agresión.

Desde el punto de vista de las familias con hijos e hijas en edades similares, debemos saber que hechos como éste son hechos aislados; pero debemos dotar a nuestros hijos de las herramiemtas para defenderse de extraños: no hablar con desconocidos, rehusar ofrecimientos apetecibles, gritar sin dudar ante una duda de confianza, etc.

Desde el punto de vista de la familia de los menores agredidos, debemos aconsejar un apoyo incondicional al menor; prestándole toda nuestra escucha y toda nuestros recursos para que alcance su bienestar. A su ritmo. No olvidemos que estamos ante problemas emocionales; no conductuales.

Y por último, desde el punto de vista de la víctima, debemos evaluar hasta qué punto es víctima; sus niveles emocionalmente perjudiciales, su adaptación a su vida diaria, sus recursos para hacer frente a lo sucedido, etc. Y debemos, sobre todo, realizar un tratamieto para minimizar y mitigar lo sucedido, dejando el tiempo que cada persona necesite, para «digerir» el acontecimiento, e incluso para vivirlo de manera positiva y enriquecedora. No es tan raro experimentar la resiliencia en estos casos.

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