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Juego peligroso

Sorprendentemente volvemos a hablar de un «juego» que no tiene ni pizca de gracia. Entendemos que es algo muy poco habitual, pero queremos dar unas pautas claras para que las familias que se encuentren con que sus hijos lo juegan; puedan orientarles.


http://www.telemadrid.es/programas/telenoticias-1/Alerta-colegio-Bilbao-abecedario-Diablo-2-2122307789–20190516032936.html

¿Te divierte ese juego?, ¿eres capaz de decir que no cuando algo no te gusta?, ¿sientes la necesidad de ser aceptado por el grupo y eso hace que hagas «lo que sea»?

Ante todo esto, dejemos los móviles (los de los adultos, digo), y escuchemos a nuestros hijos e hijas, pongámonos a su lado para que cosas como estas no pasen.

La familia en verano, ¿una bomba o un bombón?

Existen momentos en el año en los que parece que ciertas ideas irracionales arraigadas en nuestra sociedad además de ciertas emociones que conviven con nosotros tocan a nuestra puerta. Son los familiares a los que vemos «de pascuas a ramos».

¿Qué nos incita a reunirnos con ellos?, ¿quizá es la rutina del «ya toca ver a la tía Engracia…»?, ¿o quizá es el cariño de querer acercarnos a aquellos que por nuestros hábitos laborales y familiares directos no podemos ver más que en fechas señaladas como en las vacaciones de verano?. ¿Ta vez por compromiso social, «obligados» por terceras personas, debemos volver a probar el bacalao del tío Tomás… otra vez…?

Deberíamos ser fieles a nosotros mismos y a ellos, y conocer los motivos que nos incitan a tales reuniones y encuentros. Y luego tomar una decisión. Aclarar los motivos que nos lleva a reunirnos con personas a las que no vemos en meses y disfrutar, en la medida de lo posible de estos contactos sociales.

De todas las relaciones personales pueden sacarse elementos enriquecedores y positivos para nuestra vida personal; incluso de las más agrias. Veamos, a veces a largo plazo, lo que nos aportó aquella persona, aquella situación en la que quizá estuve incómoda,…

…Y sobre todo…, pasémonos al postre si nos tienen pescaDo con el bacalaDo…

¡Buen verano!

Al calor del verano…

… rompemos rutinas, modificamos horarios, visitamos lugares deseados, nos relacionamos con otras personas… y no deberíamos perder de vista nuestros deseos. Parece que somos el único animal que una vez cumplidos sus sueños… se crea otros nuevos para volver a perseguirlos.

¿Para qué nos vamos de vacaciones?, ¿es un fin en sí mismo o un medio para conseguir algo? Dicho de otro modo:  nos vamos para desconectar, o para ver toda Roma entera? Pasar la tarde en la piscina nos sirve para relajarnos; o para conseguir ese moreno tan deseado que nos dure en septiembre… octubre…

De este planteamiento y de nuestra decisión, dependerá en parte nuestro bienestar en verano.

Son muchas cosas las que cambian / cambiamos a nuestro alrededor en la época de las vacaciones de verano. Habitualmente el recuerdo que nos queda de aquellas vacaciones del año 92 en las que estuvimos en tal sitio… son sensaciones, percepciones de un bienestar o un malestar… fotografías de momentos inolvidables,… no tanto si vimos cinco museos, o si logramos que no se nos notara la marca del biquini o no… Más bien tendemos a recordar los buenos ratos con aquella pareja con la que compartimos cena, los desayunos hasta las dos del mediodía, los niños aprendiendo a nadar, aquel paseo en el que nos perdimos,…

En nuestras manos está; como casi todo.

¡Buen verano a todos y todas!

La música como escape

Hay quien dijo que escuchar música (clásica) le había aportado más que su relación con las personas (manu dixit). Hay quien vive por y para la música. Y quien tras unos años dedicado en cuerpo y alma, lo deja para pasar página en las preferencias personales.

Hay quien la música le aporta lo que a una hormiga el color de mis ojos. Y finalmente hay quien se deja llevar, piensa: «¿y por qué no?»; y aprende, bucea, se empapa, conoce… y disfruta.

La vida es un camino lleno de «metas volantes» y con una meta final: la muerte. La música es una de esas actividades que puede estar más o menos a nuestro alcance en nuestra sociedad occidental y que, si nos dejamos interpelar y somos permeables a ella; sin cerrazones, podemos conseguir grandes dosis de «felicidad de caminante».

¿Y qué tipo de música? Eso no es importante; desde ópera a rap, desde folk a fados… lo importante es que nos diga algo, que le demos un sentido, que aporte a nuestros sentimientos, que nos sirva de canal para expresarnos, o de medio para emocionarnos.

La música puede darnos todo esto si le abrimos la puerta… No tenemos nada que perder…

Una recomendación: Mendelssohn y Bizet