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La depresión infantil. ¿Cómo sé si mi hijo está deprimido?

Los niños en ocasiones son «transparentes» y muestran su emociones de manera clara. Pero en otras ocasiones no sabemos bien si un acontecimiento traumático o situaciones constantes negativas (pero menos intensas), le han causado mella o no.

Solemos indentificar a personas depresivas con actitudes de falta de energía, tristeza extrema, expectativas catastróficas sobre el futuro y sobre uno mismo, etc. Y en muchas ocasiones así es también en niños y adolescentes, pero en no pocas otras la sintomatología, además, va acompañada de comportamientos agresivos hacia otras personas, irritabilidad, falta de concentración, etc.

Debe ser un psicólogo con experiencia el que identifique y diagnostique estas situaciones emocionales peligrosas; debemos evitar el :»mi hijo tiene una depresión porque encaja con lo que leí en un blog…».

Y tras esa certera identificación, confiar en un profesional de la psicología (en ocasiones además en un psiquiatra para que aporte la ayuda medicamentosa necesaria y temporal) y poner en marcha sus pautas. Desde la escuela, desde la familia y desde él mismo o ella misma, a nivel personal.

El curso de estos problemas suele ser de evolución lenta; por lo que debemos ser «policías» de las actitudes que queremos conseguir; y al ver al niño o adolescente cambiando esporádicamente de actitud, reforzarle. La paciencia, una vez más una virtud.

La terapia cognitivo-conductual, que incluye herramientas como la terapia de «Activación Conductual AB» suele ofrecer mejores resultados que otro tipo de intervenciones.

El papel del padre en el parto de su hijo

Los padres no parimos; pero contribuimos a que el nacimiento de nuestro hijo pueda ser menos doloroso y más satisfactorio para toda la familia y sobre todo para la madre.

Imaginemos que Alex está a punto de nacer. La ilusión es grande, pero también la incertidumbre por cómo resultará todo. La madre debe concentrarse en cuidarse a sí misma, en hablar a Alex, en «disfrutar» y en sentir estos momentos tan unicos en la vida de ambos. La madre debe ocuparse de ella y del niño, de nada más. ¿Pero y el padre?

En ocasiones no está claro su papel, y es difícil. Pero ahí van una serie de recomendaciones para el padre en la inminencia de la llegada de Alex:

– Ocuparse, en la medida de lo posible, de todos los asuntos «técnicos» y triviales que requiere la casa: comidas, ropa, gestiones varias,…

– Dedicar un tiempo todos los días a dar masajes a la madre, a cuidarla, a ofrecerle una atención exclusiva y centrada en el bienestar corporal de ella.

-Escuchar sus sentimientos, pensamientos, miedos, temores, esperanzas, deseos,… SIN proponer ninguna solución.

– Tener preparado, junto  la puerta de casa, la bolsa donde encontraremos todo lo necesario para la «primera puesta» (pañal, ropa, toallitas, ropa de recambio de la madre, teléfonos de contacto, etc, etc)

– Dedicar tiempo para él mismo; buscar momentos para sus aficiones y espacios de desconexión, sabiendo que deberá aplazarlos durante unos meses tras el nacimiento de Alex.

Estas recomendaciones generales debemos adaptarlas a las necesidades de cada pareja y de cada persona individual. Pero por encima de todo está la pregunta a la madre: «¿Cómo puedo ayudarte?»; y de la respuesta se derivará la actitud más acertada para afrontar estos primeros momentos del recién nacido.

Padres y madres a los 40, 50,…

La paternidad es una tarea en muchas ocasiones muy gratificante, que llevamos a cabo en el momento vital que elegimos más acertado. Pero no siempre podemos tener un hijo o una hija cuando lo deseamos. En ocasiones las circunstancias personales, familiares, económicas, biológicas, … nos impiden o retrasan nuestra paternidad.

Existe un debate sobre cuál es la edad más adecuada para poder tener un hijo o una hija. Hay personas que optan voluntariamente por hacerlo pasados los 40 años, los 50,…

La responsabilidad es un ejercicio que todas las personas debemos llevar a cabo, asumiento las consecuencias de nuestras decisiones. Es verdad que una persona no tiene la misma energía vital a los 28 años que a los 45; pero en ocasiones se suple por la ilusión de ser madre o padre.

Realmente la edad no es lo que más importa; sino el compromiso con las dos actitudes fundamentales que debe cumplir todo progenitor: el amor incondicional y el establecimiento de límites educativos. Estas dos condiciones probablemente hacen del padre o madre en cuestión, tanto de 19años como de 69, la persona ideal para cuidar de sus hijos.

Debate en ETB-2 «Ni más ni menos», dirigido por Klaudio Landa (15/11/2011)