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Hacer de la enfermedad una aliada

«Luchar contra la adversidad», «Superar una enfermedad»,… son actitudes loables, que implican lucha, sacrificio, victoria, objetivo cumplido,…

¿Y si nos planteáramos la enfermedad como un acompañante para ser más fuertes?, como una oportunidad para crecer y conocernos mejor a nosotros mismos. No es una actitud nueva para quien dice haber aprendido de LA enfermedad; no de SU enfermedad.

Sentir dolor, incomodidad, malestar, vergüenza, miedo,… es muy humano; y no es nada agradable; pero no deja de ser parte del camino de la vida. Vivir feliz no es vivir anestesiado, u «orgásmico»; sino tener la certeza de que los sentimientos agradables y satisfactorios, ganan por goleada a los del grupo del sufrimiento.

Dicen los más sabios que siempre estamos aprendiendo. Y cuanto más se sabe, más se sabe lo que nos queda por saber,…

Animo a todas las personas que están conviviendo con una enfermedad que día tras día les recuerda su presencia. Les deseo que reenfoquen su malestar hacia el aprendizaje de nuevas fronteras propias,… y ajenas. ¡Animo!

Las propias capacidades, ¿hasta dónde soy capaz de llegar?

«La realidad no existe. Existen percepciones de ella; imagenes y contructos que nos hacemos de nosotros mismos y de nuestro entorno.» Esta afirmación, que puede parecer muy tajante revela la importancia de la percepción la construcción de nuestra propia identidad. No es lo que hay, sino cómo lo veo. Y aquí hay capacidad de decidir.

Somos lo que creemos que somos. Creemos en nuestras capacidades por la información que nos llega de lo que hacemos, decimos y sentimos. No es tanto la «realidad» la que nos dirige o «manda», lo que sabemos o hasta dónde llegamos.

Existen multitud de ejemplos de superación personal. La vida en un reto, la crisis actual de las economías de occidente no es más que una oportunidad para replantearnos aspectos que dábamos por hechos y que  ahora requieren una revisión; a nivel «macro» (estructuras sociales) y a nivel «micro» (personalmente cada persona).

Demos una oportunidad la cambio.

¿Cómo aprendemos?

Leemos, oimos, degustamos, sentimos,… la memoria tiene la cualidad, entre otras de estar unida a nuestros sentimientos. Por lo que aprenderemos lo que sentimos; lo que emocionalmente nos impacta; agradablemente o desagradablemente.

Si queremos «quedarnos» con las cosas, deberemos acompañarlas de emociones intensas. «Dar la chapa» a un hijo para que se acuerde de nuestras indicaciones no es útil si no va acompañada de un sentimiento, de emociones que le lleguen al vástago en cuestión. Debemos ponerle ejemplos de nuestra vida, concretos, para que «disfrute» de nuestras explicaciones, para que «las viva».

¿Quién no recuerda a un «mal» profesor y a uno «bueno» de su etapa de estudiante? ¿Qué diferencia hay entre ambos? Una de ellas es la pasión con la que nos explicaba las matemáticas, la lengua o el inglés. Si «alucinamos» con las vivencias de una persona que nos relata acontecimientos; probablemente nos acordaremos de ellos más vívidamente que si el que lo cuenta, no pone nada de energía en su tarea y nos aburre soberanamente.

Para despertar la curiosidad en lo que contamos, debemos generar emoción; sorpresa, risa, … y así, tendremos a nuestro interlucutor pendiente de nosotros.

La culpa no existe.

Ciertamente, nadie la ha visto, pero muchas personas la sienten muy presente. Cuando somos actores de hechos pasados que han causado daño, el sentimiento de que nuestra persona va unida indefectiblemente a dichos actos puede hacernos mucho daño. El dolor de la culpa viene del interior de cada persona, de las explicaciones que ella misma dé sobre lo acontecido.

En este punto, deberíamos separar los acontecimientos externos de nuestras interpretaciones. Es decir, aclarar los hechos observables y someterlos a las normas sociales de convivencia. Comprobar que no la transgreden o al menos, no vulneran los derechos de nuestros vecinos. Si con nuestras acciones hemos violado normas sociales, deberemos «paga» por ello; pero eso no quiere decir que «seamos malos». Por ir a 200km/h en la autopista se paga una multa; no se «es» mal conductor.

A continuación veamos cómo nuestras ideas y «razonamientos» sobre lo sucedido nos ponen en un lugar activo o pasivo.

Es muy importante que si hemos «fracasado» en nuestra elección de los estudios, o hemos ofendido a nuestros amigos al comportarnos de esta o aquella manera; y tras valorar la transgresión de la norma social (que debemos asumir), nos pongamos en la perspectiva de «aquí y ahora». ¿Qué podemos hacer?, ¿cómo podemos cambiar el pasado?, ¿servirá de algo pensar que nosotros estamos unidos a aquellos actos que ahora rechazamos?, ¿conseguiremos escenarios mejores si nos creemos culpables?»

Por último trabajaremos el concepto «responsabilidad» como alternativa a nuestra «culpa». Y miraremos hacia el futuro, a nuestros actos y a nuestras valoraciones e ideas.

La protesta como expresión del enfado.

Hoy es el día idóneo para saber algo más sobre la protesta y el enfado. Podemos entender la protesta como una expresión del enfado; una conducta emitida hacia alguien o algo que revela nuestro sentimiento de disconformidad.

Las personas debemos dar canalización a dicho sentmiento a través de la protesta; pero deberemos ser lo suficientemente inteligentes, emocionalmente hablando, para que ese acto no se vuelva contra nosotros.

Y en esta habilidad entra en juego la variable consecuencia y la variable tiempo. Podemos sopesar los acontecimientos que nos sobrevienen en determinado momento tras la protesta: inmediatamente y de forma demorada.

Es posible que en la inmediatez de la protesta nos sintamos satisfechos porque hemos dado rienda suelta a nuestro deseo de expresarnos; pero es posible que dicha expresión rebase los derechos de los demás y, de manera demorada, nos sobrevengan consecuencias no deseables.

En todos los ordenes de la conducta humana, debemos tener en cuenta las dimensiones: consecuencias y tiempo. Para así lograr una adaptación al medio inteligente y beneficiosa para nosotros.

Afrontar los miedos

Ante el miedo nuestro cuerpo reacciona utilizando todos los recursos corporales más primitivos y compartidos por muchos animales para hacer frente a la demanda de manera instantánea. De hecho, las zonas del cerebro que se activan con el miedo las compartimos con muchos animales, incluso reptiles.

Pero el tiempo de reacción del miedo es limitado. Es decir, que no «podemos» sentir miedo durante mucho tiempo y muy intensamente, porque nuestro cuerpo se agotaría y comenzarían a aparecer consecuencias derivadas de ello: ansiedad, depresión, fobias, falta de control de los impulsos, iritabilidad, ataques de ansiedad, etc.

Existen dos tipos de miedos. Ambos tipos experimentan el mismo tipo de sensaciones físicas y reacciones fisiológicas de nuestro sistema nervioso autónomo.

Los miedos «tipo 1» son los referidos a aquellas circunstancias externas que ponen en riesgo nuestra integridad física de una manera evidente. Por ejemplo. miedo a las alturas, a las pistolas, a los cuchillos, a ciertos animales peligrosos, a saltar desde lugares elevados, … Estos miedos se «solucionan» evitando el contexto elicitador que los provoca.

Los miedos «tipo 2» son los miedos aprendidos. Aquellas situaciones ante las que nuestra razón nos dice que no deberíamos reaccionar así; pero ante las que nos paralizamos o salimos corriendo. Por ejemplo: hablar en público, que te critiquen, los ascensores, los aviones, etc, etc. La diversidad puede tan amplia como situaciones existentes.

La manera más acertada de abordar este segundo tipo es afrontándolos. Cada vez que afrontamos un miedo tipo 2, estamos enseñando a nuestro cerebro a dejar de responder con reacciones de miedo a algo que no nos está haciendo un daño objetivo; y cada vez que reaccionamos huyendo o evitando, estaremos reforzando la respuesta de miedo. En nuestras manos está. ¡Y estas decisiones las toma el sistema nervioso central!

La soledad

En estas fechas navideñas, muchas personas aprovechamos para pasar más tiempo con nuestros familiares más cercanos. Rompemos nuestra tendencia y añadimos personas a nuestra rutina.

Pero hay personas que les cuesta disfrutar de unos familiares o amigos a su lado. La soledad es uno de las principales factores predisponentes para la depresión y los sentimienos depresivos catastrofistas.

Cuando las personas no encontramos un sentido a nuestras vidas, cuando la monotonía y la rutina nos hacen tender a aislarnos, a repetir hábitos de conducta que no favorecen la socialización; es entonces cuando tenemos riesgo de vivir en soledad.

La depresión es uno de los principales trastornos de la salud para la sociedad occidental según la OMS para los próximos veinte años.

Los recursos personales para salir de esta soledad y abrirnos a otras personas, a otras rutinas, a nuevas experiencias, a actividades que en principio puede que no nos atraigan, pero que a la larga nos reportan bienestar están a nuestro alcance: la voluntad de cambiar nuestros hábitos. Las conductas que se salen de nuestra costumbre, nos producirán nuevas emociones y nuevas ideas, que a su vez facilitarán nuevas compañías.

En nuestras manos está, como tantas otras cosas… Las personas tenemos muchos más recursos personales de los que imaginamos. El acompañamiento terapéutico por un psicólogo es un recurso del que podemos hacer uso mientras caminamos hacia nuestras metas.

Niños Superdotados

La superdotación y las altas capacidades son cuestiones que cada vez nos preocupan más. La tendencia en nuestra sociedad del conocimiento es a cuidar e individualizar más el desarrollo y la educación de nuestros hijos.

Las administracion pública, en su tarea de regular la educación de nuestros jóvenes debe aticular sistemas de protección y abordaje efectivo de estas diferencias.

Desde los test de Binet y Simon de principios del siglo XX, la inteligencia no ha sido un constructo monolítico o monocolor; sino que se ha compuesto de varias áreas, pero tuvo que ser Howard Gardner quien nos hablara directamente de las inteligencias múltiples. Gracias a su influencia, entre otros, ahora podemos elaborar programas de abordaje educativo en los que se potencie aquellas áreas y capacidades del alumno que puede desarrollar con más destreza.

En Bizkaia, la Asociación Aupatuz está agrupando a familias que luchan por conseguir un abrodaje educativo acorde con las capacidades de sus hijos.

www.aupatuz.blogspot.com

 

El enamoramiento

¿Qué sentimos cuando nos enamoramos?, ¿qué especie de sensación placentera recorre nuestro cuerpo?, ¿qué pensamientos monotemáticos ocupan nuestras cabezas?, ¿qué acciones, en ocasiones inconscientes, ocupan nuestro tiempo?

El estado de enamoramiento incluye, desde el punto de vista fisiológico, un cambio importante del que se ocupan los fisiólogos; pero desde le punto de vista emocional es la manera que tenemos las personas de comenzar una relación de pareja, con más ingredientes de pasión que de razón.

Puede parecer que esta fase en la relación de pareja pertenece exclusivamente a los adolescentes, que guiados por su baile de hormonas, se dejan llevar por fascinaciones futiles y temporales que caducan en menos de una semana,… o no. No hay edad para el enamoramiento. No hay edad para el amor.

La psicología cognitivo-conductual nos ayuda a entender el para qué de este enamoramiento: tenemos experiencias emocionalmente intensas con el ser amado; vivimos momentos de pasión, embriaguez e incluso falta de apetito con esa persona tan especial. Esa persona está siendo «grabada» en nuestras emociones, estamos aprediendo a experimentar ese amor junto a ella y sólo con ella. Aprendemos a sentirnos así de bien sólo en su presencia. Nos condicionamos, en última instancia, de manera similar a la que lo hizo el tan famoso perro de Pavlov: condicionamiento clásico: por las emociones.

Tras esta fase llegan las «fases más duras» (y a la vez más gratificantes a largo plazo) en la que se pone a prueba a la pareja enamorada: la convivencia, el cansancio, al aburrimiento, la unicidad de cada uno, la rutina,… y en todo esto el enamoramiento ha servido para dar alas estas posteriores fases: nos posibilita crear algo realmente enriquecedor para ambos, crecer como personas indicivuales y como pareja: ser tres en la relación.

Las Mentiras

Todas las conductas que mostramos las personas tienen una funcionalidad; es decir, sirven para algún fin. En ocasiones esas metas o esas razones son evidentes o «simples», y en otras ocasiones nos cuesta más encontrarlas porque no son tan explícitas; pero absolutamente todas tiene un «para qué».

La salvedad a esta afirmación está en los trastornos de origen claramente orgánico, que impiden a la persona manejar la voluntariedad de sus actos.

Las mentiras son comportamientos propios de nuestra especie cuya principal función es evitar el siguiente escenario desagradable o incomodo para la persona que miente. Diremos que no existen personas mentirosas; sino personas que mientan.

La evitación de elementos dañinos, y su combinación con la variable temporal («ahora me alivio pero luego…»), hacen de las mentiras un clásico en nuestros hijos mayores de 6 años, en adolescentes, en adultos y en mayores. Cuanto mayor es la mentira, más deberemos elaborarla, crearla, concretarla, relacionarla, dotarla de credibilidad para salir del paso en ese momento. Y ese proceso es costoso.

Las mentiras en la infancia son simples, porque en estas edades se carece de la perspectiva temporal y de la suficiente empatía como para anticiparse y ponerse en el lugar del que «traga con todo». Al llegar a la adolescencia, las mentiras funcionan entre otros motivos, para fines sociales evidentes; ya que el peso del grupo, la imagen y el qué diran, hacen presión sobre el individuo de tal manera que en ocasiones le es muy difícil afrontar la verdad.

Hay mentiras piadosas e incluso recomendables, como las que contribuyen a crear un buen clima entre amigos y en la pareja: No se evidencian fallos, errores, carencias, que son a todas luces insubsanables y sólo contribuyen a contaminar la relación.

Y por último, hay mentiras culturales que proporcionan una mágica ilusión en los más pequeños cuando se acerca determinada epoca del año, y los padres nos ponemos el disfraz de la ilusión que monta en camello…