«¡Qué no me mire!… ¡¡que le doy!!»
Éstos y otros pensamientos nos vienen a la cabeza; más bien a las «tripas», cuando estamos metidos de lleno en una acalorada discusión. Cuando nos enfrentamos a una persona por un motivo en el que «tengo claramente la razón», podemos perder los papeles y acabar diciendo y haciendo lo que luego será objeto de arrepentimiento…
¿Cómo hacer entonces para controlarnos?. La clave no está en el control DURANTE la discusión; sino en lo que se han venido llamando disparadores de los conflictos. Los disparadores son aquellas circunstancias que nos rodean o que están en nosotros mismos y que anteceden al momento de la explosión de la ira y del enfado.
¿Qué pasa justo antes de que te enfades?, ¿cuándo notas un enfado leve, controlable?, ¿en qué momento aún no has estallado, pero crees que si la cosa sigue así no podrás remediarlo?
En esos momentos, debemos ser inteligentes y, si podemos, marcharnos de la situación, evitar la escalada automática de los enfados. De lo contrario será más difícil dejar de dar gritos en medio de una discusión, que hacer una tortilla de patatas sin patatas…

La Universidad Complutense de Madrid, con un equipo dirigido por María Crespo López ha publicado una Guía de Tratamientos Psicológicos avalados por la evidencia empírica.
Está claro. A estas alturas de la película no estamos nadie para perder el tiempo,… y mucho menos dándole vueltas a los temas sin llegar a ninguna parte, mareando la perdiz y sin saber si esto acabará algún día…
Hablamos de las actitudes perfeccionistas y exigentes . Hay personas que parecen no estar satisfechas nunca con las bondades o los acontecimientos que les toca vivir; o con los que les rodean, o consigo mismos…, ¿por qué?
La crisis, las deudas, el paro, el super-iva, los super-impuestos, los políticos corruptos, … son escenarios que pueden favorecernos sentimientos de descontento en el mejor de los casos, y de desesperación en el peor.
La actitud que tomemos en nuestro equipo de trabajo a la hora de relacionarnos, es fundamental para lograr una buena «convivencia laboral». El estilo conciliador es «la capacidad de tender puentes, arrastrar, comprometer (…) manifestar el honesto interés de los otros (…) compartir información, escuchar, resumir» (De Diego y Vallejo, 2006) y el estilo cooperativo es el que pretende llegar a puntos de satisfacción mutua.
«…Parece mentira, hija, evidentemente no…» Algo similar pasa cada día en cada casa de un niño o niña de entre 3 y 7 años. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué ellos no?