En ocasiones debemos hacer caso a lo urgente, a lo que nos pide una atención extraordinaria e inmediata: el dolor.
Cuando una parte del cuerpo nos duele tanto como para paralizar o dificultar nuestra vida cotidiana, entonces se nos abre una oportunidad para no dejar que sea ése el centro de nuestra vida, sino que aprendamos de él para valorar los disfrutes de la vida.
Las operaciones, los tratamientos, las intervenciones médicas en general… pueden causarnos dolor e incomodidad. Nuestra a actitud ante el daño físico no es efecto ni consecuencia de dicho daño; ni mucho menos. Somos modelos continuamente de otras personas y de otros comportamientos. Aprovechemos esta oportunidad para estar por encima del dolor, y actuar riéndonos de él, relativizándolo, sabiendo qué aspectos de nuestra vida son esenciales y no dejaremos de experimentarlos o hacerlos aunque tengamos dolor… y cuáles son prescindibles.